Enseñame las fotos que tienes en tu caja de galletas...

Déjame esta voz que tengo,
lo mismo que a la pampa le dejan
sus matorrales de deseo,
sus ríos secos colgando de las piedras.
Déjame vivir como acero mohoso
sin puño, tirado en las nubes;
no quiero saber de la gloria envidiosa
con rabo y cuernos de ceniza.
Un anillo tuve de luna
tendida en la noche a comienzos de otoño;
lo di a un mendigo tan joven
que sus ojos parecían dos lagos.
Me ahogué en fin, amigos;
ahora duermo donde nunca despierte.
No saber más de mí mismo es algo triste;
Dame la guitarra para guardar las lágrimas.

De Cernuda. Me lo recitó Manolo.

Te lo enseña Me

Llevo un buen rato releyendo sus post. A veces me pregunto qué clase de persona es y cómo alguien como ella puede escribir cosas como las que escribe. La conozco bien y juro que soy la primera sorprendida. La adoro y me gustaría que se quedara conmigo para siempre.

Te lo enseña Me

“En el césped. Buscas algo que perdiste en la infancia pero no sabes qué es.
Resulta que rascando, rascando te encuentras con un enorme bistec. Debajo de la hierba todo es un enorme bistec.”

Y yo tenía miedo. El bistec podía tener ganas de acabar conmigo en cualquier momento. Una cruel venganza basada en todos sus semejantes que habían sido devorados, no solo por mí, sino por toda la humanidad, desde épocas inmemoriales. Dios, morir devorada por un bistec era tan poco romántico como ahogarse en una cloaca o estrellarse desde un primer peldaño de escalerilla del metro. En fin, seguía teniendo miedo. Lo mejor seria contratar un servicio de guardaespaldas bien armados con, no se, una barbacoa?

Te lo enseña Me

Escribiste tu nombre en los cristales empañados por la pasión, en mi coche. Escribiste tu nombre que desapareció. La otra noche otro aliento empañó los cristales y, no sé porqué, volvió a ser tu nombre el que apareció en los cristales.

Te lo enseña Me